miércoles, 7 de noviembre de 2018

De cirugías plásticas y malas praxis

Esta mañana estuve leyendo el artículo que se publicó en un  periódico costarricense, con respecto a la situación de una persona que se complicó después de un procedimiento estético y lleva ya dos meses internada en el hospital.
Conociendo a Mari como la conozco, y sabiendo que es una mujer valiente y sin miedos, con una fe inquebrantable y personalidad avasalladora, sé que sin duda y de la mano de Dios, Maricruz va a ser el testimonio más grande jamás contado. Confío plenamente que ella será instrumento del Señor para que la gente conozca de cerca el calvario detrás de una mala praxis, y su voz no será silenciada jamás. Yo se que ella va a salir de esto, y solo le envío mi cariño, mis oraciones y solidaridad hasta ese frío cuarto en el que debe estar en este momento.

Pero más allá de lo que yo piense de Mari, pensé en mi. En mi caso, mi testimonio, mi silencio y mi calvario. Y aunque tengo clarísimo que, a pesar de que casi me cuesta la vida, mi tragedia y mi calvario no se acercan al de ella ni medio tanto. No puedo ni imaginar como debe ser! Si para mi fue terrible, y yo solo tenia un pedazo de piel necrosada, no puedo pensar como será su caso.
Pero eso no minimiza el dolor, la frustración, el trauma, la pena, y las secuelas que cargo por causa de una mala praxis. Por más de diez años he mantenido silencio, y aprendido a vivir así, sin decir nada. Pero cada vez que leo un artículo de esos, o veo una nota en el noticiero, no puedo evitar el sentimiento de frustración que te causa el tener que mantenerte en silencio, cuando bien sabés como es la vara en realidad.



Recuerdo como si hubiera sido ayer, cuando me preguntaron si me gustaría formar parte de un programa en el que planeaban hacer un extreme make over a una señora como yo, que ya había tenido sus hijos, había logrado perder el sobre peso gracias a una dieta, y era aún joven y bonita y merecía un empujón para tener el cuerpo que siempre había querido. Al principio iba a ser solo una cirugía para poner implantes mamarios, pero cuando llegamos a la consulta con la doctora, la misma ofreció bajar hasta la luna si yo quería. Eso incluía ´papada, nariz, busto, panza, nalgas y todo lo que yo quisiera. Para ser honesta, todo me puso a volar! Yo, una limpia sin remedio, cuándo iba a tener plata para hacerme nada?...nunca! Así que acepté sin titubear, eso sí, dejando la cara de lado, porque al final no sabíamos de que forma iba a cicatrizar pues nunca me había sometido a ninguna cirugía, y al final la cara es tu carta de presentación. Así que salí de ese consultorio con fechas establecidas para realizar los diferentes procedimientos.

Lo primero era una lipoescultura, que estaba más de moda que la famosa liposucción. Con la grasa que me sacaran de la espalda, iban a inyectarme las nalgas, porque creo que cuando nací me tiraron por un tobogán de lija, así que en vez de nalgas siempre tuve un par de huesillos gachos ahí. No iba a poder sentarme por 22 días porque la grasa podía deformarse, pero yo estaba dispuesta a eso y más con tal de tener las nalgas que siempre soñé. La doctora nunca explicó nada del procedimiento, nunca dijo qué había que hacer antes o después del mismo, no fue comunicativa para nada en ese sentido: así que es como ir feliz al matadero porque no sabés qué es lo que te va a pasar adentro del quirófano. Como ella no iba a cobrar nada por ningún procedimiento y tenía que correr eela misma con los gastos adicionales - dígase quirófano, medicamentos, pos operatorios, curaciones, msajes, atc - creo que hizo muy bien su presupuesto y decidió ahorrar lo más que pudiera con tal de no gastar mucha plata en mi. 

Llegado el día, me interné en la clínica para la que ella trabajaba, bien tempranito en la mañana, me pasaron, anestesiaron, y cuando me desperté, estaba boca abajo, sintiéndome como si un camión me hubiera pasado por encima. Era ya pasadas las 6 de la tarde, tenia que ponerme de pie y montarme al carro, hincarme en el asiento de atrás e irme para la casa como perrito, viendo por la ventana de atrás, porque no podía sentarme. Cuando me levante de la cama, era como un colador, estaba llena de huequitos por todas partes, y de cada huequito salía una especia sanguaza, ese liquido salía y salía, así que la enfermera rápidamente empezó a meterme en una faja enteriza y poner toallas sanitarias en cada huequito, así la sanguaza no iba a manchar nada y las toallas de alguna forma la iban a apañar.  La enfermera tuvo la delicadeza de contarme que me habían puesto una inyección para el dolor, pero que la misma me había causado alergia. y esto había provocado que entrara en paro, SI, en paro cardiorespiratorio durante el procedimiento. Es la sensación más espantosa que tenido en la vida, la verdad. La doctora asignó una "masajista" para que se encargara de hacerme masaje a diario y volver a pegar la piel al músculo, y la señora, nicaragüense y sin experiencia, llegó a mi casa cada día a darme los masajes más dolorosos de mi vida. No puedo explicar el dolor que los famosos masajes te producen, pero si recuerdo claramente cada llorada por un par de horas, mientras esa mujer intentaba volver a pegar la piel al músculo. Así continué trabajando, sin poder sentarme por veintidós días, con moretones que me llegaban casi hasta las rodillas, y sin poder quejarme, porque la doctora insistía que tenia que ser valiente y demostrarle a la gente que si se puede realizar un procedimiento de esa magnitud y continuar con tu vida de forma normal. Fue exactamente el 24 de diciembre de ese año el día en el que finalmente pude sentarme, puta que alivio! No se imaginan lo que es ir al baño a pulso (para todo) por tres semanas! 

Después de Navidad y fin de año, la doctora, un poco rejega porque yo me quejaba mucho, decidió planear el siguiente paso para principios de febrero. El siguiente paso era colocar los implantes mamarios y hacer una abdominoplastía. A mi, que la cortadas no me gustan para nada, se me ocurrió sugerirle que por qué mejor en vez de cortar no me hacia una lipo quitaba el resto de grasa que había quedado (que no era mucha) y con masaje aplanaba de nuevo, pero ella insistió en que no era nada y que era mejor la cirugía porque así nos deshacíamos de las estrías que habían quedado después de los embarazos. Se pactó una fecha y todo se organizo para finales de febrero.

Llegada la fecha, me presenté bien temprano en la clínica, en ayunas y lista para mi gran aventura. Me prepararon, y tuve que ponerme desnuda, delante del camarógrafo y el asistente, mientras la doctora marcaba las zonas a eliminar. Gracias a Dios no veo de largo, así pude evitarme la congoja de verle la cara a esos muchachos, que la verdad, no sabían donde meterse. Me prepararon, metieron al quirófano y de ahí no supe nada, hasta que me desperté en el cuarto de recuperación, con un ataque de asma, acostada en una camilla plana y casi sin poder respirar. Me inyectaron morfina para el dolor y así me pase la noche, con una dosis de morfina cada cuatro horas. Al día siguiente, cuando me desperté, tenia una gran mancha negra del lado derecho del abdomen. Cuando la doctora llegó a revisarme me dijo que me iba para la casa ese mismo día, que tenía que ponerme una bolsa con hielo en la parte negra y que con eso se me iba a quitar. Además aprovechó para comunicarme que mientras cortaba la piel decidió (sin mi autorización) reconstruir la vagina y coser los músculos de la vejiga que estaban flácidos. Y así, sin mayor cosa, me mando a la casa a menos de 24 horas de haberme cortado tanta piel, que el camrófrado luego me contó que cuando él lo vio pensó "ay Dios mío esta mujer no va a poder reírse nunca más" él mismo me contó que con la piel que me habían cortado bien podrían haber hecho un chaleco. Pues bien, debe haber sido así, porque la verdad quedé doblada a la mitad. A la mitad! Porque la piel del abdomen no me daba para mantenerme en posición recta, no podía reírme, toser ni estornudar, y mucho menos estirar las piernas en las mañanas. El asunto de la bolsa con hielo duró por casi una semana, esa señora insistía en que seguramente yo no estaba siguiendo sus instrucciones al pie de la letra y que por mi culpa iba a tener que cortar esa piel, que ya estaba muerta, para que el tejido se regenerara. Y así lo hizo, sin la menor asepsia, en su consultorio y sin guantes (porque según ella es alérgica al látex) agarro unas tijerillas, y como si fuera un papelillo que encontró por ahí, empezó a cortar la piel necrosada. Al terminar dijo que  ya con solo eso todo iba a ir mejor y que era solo cuestión de días para que empezara a mejorar, que podía tomarle fotitos todos los días para que pudiera ver el progreso. Me dio una bolsa de suero con CLORO  y me dijo que todos los días tenía que lavar la herida con ese líquido.

Así fueron pasando los días, y las fotos, en vez de revelar alguna mejoría, cada día se veían peor y peor. religiosamente lavé la herida lo mejor que pude tres veces al día, y no permití que nadie viera aquella cosa tan espantosa que tenia yo ahí. Lleve la famosa faja desde arriba hasta abajo, sin ropa interior y tapando con una toalla intima ese hueco espantoso.  La doctora me revisó de día de por medio, y a pesar de ver aquella barbaridad insistió siempre en que estaba todo perfecto. Pero yo sabía que no, despedía un olor a rata muerta, ese olor cuando a uno se le muere una rata en la casa y uno le llega por el olor? Si, pero la que olía así era yo. Yo despedía ese olor a muerte, a pudrición. Así trabajé cada día, y así me mantuve hasta que una noche, cuando me limpié y luego eché el suero con cloro por la herida vi que si la echaba por el ombligo, salía por la parte donde ya para ese momento, había un hueco enorme, donde cabía el dedo índice entero. Llamé a mi jefe y le conté, ella, desesperada llamó al doctor de la empresa, quien accedió a verme al día siguiente a primera hora. La famosa doctora llegó hasta mi casa para decirme que yo era un quejona, que era demasiado agotador lidiar con alguien como yo, y que si lo que quería era una solución inmediata, entonces iba a quitarme un pedazo de nalga para hacerme un injerto de piel.

Al día siguiente, me presenté ante el médico de empresa acompañada con una compañera como testigo. El doctor casi se desmaya. Lo que salía de aquel hueco espantoso era nada más y nada menos que pus., el hedor era tal, que después de que el doctor terminó conmigo, tuvieron que cerrar el consultorio médico, desinfectarlo, llevarse la basura hasta afuera e intentar de todas las formas posibles matar aquel olor a muerto que yo había dejado ahí. Mientras la alta jerarquía de la empresa se reunía de emergencia para decidir los pasos a seguir de acuerdo a las instrucciones del doctor, yo esperaba tranquilamente sentada en una de las oficinas. En menos de media hora habían contactado a la mejor infectóloga de este país, y coordinado una cita con ella. Salimos de emergencia para allá, para que la infectóloga nos diera una lista interminable de exámenes y prácticamente nos obligara a salir disparados para una clínica privada donde ya también se había coordinado que me atendieran. Cuando llegamos, me estaban esperando en la puerta con una silla de ruedas, me pasaron de inmediato a rayos x y al mismo tiempo me sacaran muestras de sangre. Me ubicaron en un cuarto y ahi espere a que las enfermeras pasaran a hacerme una curación entrada la noche. Esas pobres mujeres se ganaron ese día todo mi respeto y admiración....Usted se imagina lo que es tener que curar semejante cochinada? Armadas con guantes y tapa bocas, se dieron a la tares de limpiar y limpiar y limpiar aquel hueco podrido, hasta que agotadas me dijeron que ya no podían más, que les daba congoja mal tratarme más de la cuenta y que no había más que pudieran hacer. Casi no pude dormir, sola y a oscuras pude ver gente entrando y saliendo del cuarto, entes al rededor de mi cama y luces entrando y saliendo. Si usted no cree en lo sobre natural o paranormal, yo si, porque los vi esa noche en vigilia, esperando para poder llevarme posiblemente. Una enfermera entraba cada cierto tiempo solo para chequear si yo aún continuaba respirando...

Temprano al siguiente día, la infectóloga entro y salió varias veces de la habitación. Cuando le preguntamos que era lo que habían encontrado su respuesta fue " esta muchacha no tiene una bacteria, lo que tiene ahí es un zoológico completo". Me imagino que para no asustarme, delante de mi nunca dijo nada, pero después supe que al final el zoológico no era nada más que una bacteria come carne, que ya se encontraba en sangre y había tomado el pulmón.  Un cirujano plástico se sumó al equipo, y decidió empezar con limpiezas quirúrgicas inmediatamente. Mi mamá me contó que él mismo le dijo "señora, usted es una mujer de fe?...pues pídale a Dios porque si no la metemos al quirófano se muere y si la metemos también". Y ahí empezó el calvario. Entre al quirófano tres veces, y ya no se pudo más porque la hemoglobina se bajo tanto que la anestesia podía causarme un paro (otro) perdí todo el tejido blando del tórax, la infección atravesó la pared abdominal y tocó el páncreas (eso me dejo pre diabética, gracias) y como si eso no fuera poco, también perdí el tendón que forma el ombligo (o sea, quede como las Barbies, sin ombligo....aunque el cirujano plástico siempre insistió en que las Barbies de sus hijas si tenían) Estuve internada por aproximadamente un mes, con un hueco abierto en la panza hasta que me mandaron para la casa. Tuve que volver a diario a la clínica para curaciones  y así pase seis meses de mi vida, intentando que aquello cerrara de alguna forma y yo pudiera retomar mi vida de nuevo, entre altos y bajos, con una dieta hiper proteica, normo sódica y baja en azúcares que debido al costo de la vida tuve que dejar de lado, porque uno limpio no puede darse el taco de comer solo carne y vegetales.

Ah! Y por cierto, la famosa doctora....De esa mujer nunca volví a saber nada. NADA. Se desapareció para siempre y nunca ni siquiera se disculpó...ni siquiera por haberme amenazado por quitarme un pedazo de nalga para hacer un injerto que al fina, no hubiera servido para una mierda. Que si la demandé? No. Me pidieron por favor que no lo hiciera, y cumplí mi promesa. 

El caso ya caducó hace mucho, pero el sentimiento que me quedó por dentro no se quitó nunca. Y esa es la razón por la cual decidí romper el silencio. No para cagarme en esa vieja indecente, que si tiene títulos (50 en ese momento, para ser exactos) incluido uno como especialista en niños quemados, siguió ejerciendo su profesión y haciéndose cada vez más rica me imagino, y yo tuve que aprender a vivir con una cicatriz horrenda, una pre diabetes y otro montón de cosas más. Darme vuelta de un lado a otro en la cama es toda una maroma, si me engordo (lo cual sucede muy a menudo) a veces me cuesta respirar porque la piel de la panza no estira, si hubiera querido tener más hijos negativo porque la piel jamás se hubiera estirado para que un bebé pudiera crecer ahí adentro dignamente, además de que sin ombligo como le pasaría alimento y oxígeno a una criatura? Mi vida cambió para siempre.  Yo no digo que la culpa haya sido toda de ella, porque al final yo dije si, dele...pero ella no cumplió con lo que debía tampoco. Entonces, y para cerrar, no importa si uno busca un doctor "titulado" un cirujano plástico o la divina torta envuelta en huevo, al final, cualquiera se puede pelar el nance, aún el más brillante y arrecho de todos. Ningún médico le explica a uno de forma decente por lo que vas a atravesar, que tienen que dejarte un drenaje después de una cirugía y que por ejemplo en mi caso, el mismo se fue para adentro, la doctora lo sacó con los dedos sin guantes y me metió una bola de gasa con yodo para "evitar una infección" y lo único que hizo fue provocarme una quemada horrorosa....Ningún médico te dice las consecuencias que podés tener después de un procedimiento de semejante calibre... Ningún médico te va a decir "ay sabe qué, se puede morir" porque eso significaría perder un cliente. Y como todos se tapan con la misma cobija, ninguno va a sapear a un colega por el simple hecho de no embarrelearlo más, porque todos saben en su corazón que cualquiera puedo haberse jalado la misma torta. Entonces, que nos queda?
QUERERNOS 
Tan simple como eso. 
Y si por alguna razón no le gusta lo que ve, pues ni modo. Cierre la jeta, vaya al gimnasio y acostumbrese a vivir sin tetas, o con las tetas diminutas y enojadas. Por algo nos tocó lo que nos tocó! No tentemos al destino jugándonos la vida, no vale la pena. Y si con eso no queda contento, pues medíquese, viera como ayuda!

PD:
La doctora encargada de hacerme semejante cagada se llama Gabriela Guzmán Stein y continúa trabajando como si nada.
No les añadí fotos del hueco, porque la verdad son tan espantosas que no podrían vivir igual el resto de sus vidas. Y la idea no es que se rsnchen sino que lean.#chasgracias